domingo, 18 de mayo de 2014

DIFERENCIA NO ES LO MISMO QUE DESIGUALDAD


Como ya hemos dicho en otras ocasiones el éxito de un proyecto empresarial depende en gran medida del personal que compone su plantilla.

Hay empresas que a la hora de conformar su capital humano se decantan por hombres. En muchas otras, aún habiendo igualdad numérica son las mujeres las que ocupan puestos auxiliares. 

La promoción profesional de las mujeres está plagada de obstáculos.  Las mujeres tienen entre  25 y un 40% menos de probabilidades de ascender a puestos directivos que los hombres.[i]

Una trabajadora de unos importantes almacenes me aseguraba que allí, en ese establecimiento existe una jefa de cajera, una jefa de mercería y una jefa de frutería pero desde luego es muy difícil o casi imposible encontrar una jefa de  planta. Las plantas o departamentos están dirigidas por hombres que a su vez son el jefe de la jefa de cajeras  o  el jefe de la jefa de mercería...

En cuestiones salariales en el 2012, se calculaba que las mujeres cobraban de media en España un 43% menos que los hombres mujeres y  según la Agencia Tributaria, la diferencia iba en aumento, además dejaba claro que accedíamos a trabajos en peores condiciones que los hombres.

Pero, la discriminación comienza mucho antes de acceder a la empresa. Está en la mente de quien detecta la necesidad de un puesto de trabajo en la compañía y establece qué requisitos deben cumplir las personas que lo van a desempeñar.

A las mujeres se le han atribuido características tales como: muy buenas organizadoras, comunicativas-habladoras-, sensibles, cariñosas, pacientes y serviciales. Por el contrario  a los hombres se les calificó como mucho menos sensibles, enérgicos, más  fuertes, más activos y decididos.

Este reparto de papeles  trajo consecuencia una segregación laboral: las mujeres accederían  a  determinadas ocupaciones consideradas femeninas -enfermeras, profesoras, secretarias - y ellos accederían a ocupaciones más técnicas -ingenieros, abogados...

Esa idea socialmente aceptada y transmitida de generación en generación, es lo que se conoce como,  estereotipos  de género que perjudican a las mujeres, coartándolas y limitando sus aspiraciones en beneficio de los hombres. Sabemos que los estereotipos son siempre interesados.

La famosa pregunta en una entrevista de trabajo   ¿Tiene usted familia?, ¿Tiene usted hijos?  tiene un valor diferente según si quien se enfrenta a la pregunta es un hombre o es una mujer. Si es un hombre se le supondrá esfuerzo, responsabilidad y compromiso con la organización.  Si es una mujer, se le supondrá absentismo laboral cuando la familia lo precise, falta de dedicación en favor de familia...

Se da por hecho que un hombre estará a disposición de la empresa veinticuatro horas al día. No nos olvidemos que hay hombres que disfrutan con la familia y dan prioridad al cuidado de sus hijos e hijas no lo dudarían. 

Las largas jornadas laborales, no son un sinónimo de mayor productividad. Cuanto menor sea el tiempo que lleve obtener el resultado deseado, más productivo es el sistema.

La motivación de la plantilla es un factor con mucho peso a la hora de lograr un nivel de productividad óptimo. Las condiciones laborales influyen en ese grado de motivación. Si a las interminables y agotadoras horas laborales, le añadimos conductas de discriminatorias, tendremos frustración, por ende tensiones  y por ende, desmotivación. Muy lejos estará el capital humano de alinearse con el proyecto empresarial.

Es verdad que hemos avanzado,  que gracias a nosotras mismas, a nuestro esfuerzo  hemos ido rompiendo barreras. Día a día hemos y seguimos obligadas a demostrar que hombres y mujeres  nacemos iguales, con las mismas necesidades físicas y emocionales. Somos diferentes pero iguales. La desigualdad surge cuando los hombres tienen mayor acceso a los recursos económicos y sociales.

Las leyes protegen a las mujeres. La empresas que ejerce discriminación laboral por cuestión de género tiene un comportamiento no sólo carente de ética, sino que es antijurídico  y se convierte en sospechosa. ¿Qué pueden esperar de ella sus clientes, sus proveedores, la sociedad en general?.

En resumen, la discriminación por cuestión de género no es rentable. Pierden Las empresas pierden talento femenino en su capital humano y perder talento significa perder productividad y por tanto reducción de beneficios y competitividad. 







[i] estudio del Observatorio Mujer Empresa Economía de la Cámara de Comercio de Barcelona  2012

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