Como ya hemos dicho en otras
ocasiones el éxito de un proyecto empresarial depende en gran medida del
personal que compone su plantilla.
Hay empresas que a la hora de conformar
su capital humano se decantan por hombres. En muchas otras, aún habiendo igualdad numérica son las mujeres las que ocupan puestos
auxiliares.
La promoción profesional de las
mujeres está plagada de obstáculos. Las mujeres tienen entre 25 y un 40% menos de probabilidades de ascender a puestos directivos
que los hombres.[i]
Una trabajadora de unos
importantes almacenes me aseguraba que allí, en ese establecimiento existe una
jefa de cajera, una jefa de mercería y una jefa de frutería pero desde luego es
muy difícil o casi imposible encontrar una jefa de planta. Las plantas o departamentos están
dirigidas por hombres que a su vez son el jefe de la jefa de cajeras o el
jefe de la jefa de mercería...
En cuestiones salariales en el
2012, se calculaba que las mujeres cobraban de media en España un 43% menos que
los hombres mujeres y según la Agencia
Tributaria, la diferencia iba en aumento, además dejaba claro que accedíamos a
trabajos en peores condiciones que los hombres.
Pero, la discriminación comienza mucho antes de acceder a la empresa. Está en la mente de quien detecta la necesidad
de un puesto de trabajo en la compañía y establece qué requisitos deben cumplir
las personas que lo van a desempeñar.
A las mujeres se le han atribuido
características tales como: muy buenas organizadoras,
comunicativas-habladoras-, sensibles, cariñosas, pacientes y serviciales. Por
el contrario a los hombres se les
calificó como mucho menos sensibles, enérgicos, más fuertes, más activos y decididos.
Este reparto de papeles trajo
consecuencia una segregación laboral: las mujeres accederían a determinadas ocupaciones consideradas femeninas -enfermeras, profesoras,
secretarias - y ellos accederían a ocupaciones más técnicas -ingenieros, abogados...
Esa idea socialmente aceptada y
transmitida de generación en generación, es lo que se conoce como, estereotipos de género que perjudican a las mujeres,
coartándolas y limitando sus aspiraciones en beneficio de los hombres. Sabemos
que los estereotipos son siempre interesados.
La famosa pregunta en una entrevista de trabajo ¿Tiene usted familia?, ¿Tiene usted hijos?
tiene un valor diferente según si quien
se enfrenta a la pregunta es un hombre o es una mujer. Si es un hombre se le
supondrá esfuerzo, responsabilidad y compromiso con la
organización. Si es
una mujer, se le supondrá absentismo laboral cuando la familia lo precise,
falta de dedicación en favor de familia...
Las largas jornadas laborales, no son un sinónimo de mayor
productividad. Cuanto menor sea el tiempo que lleve obtener el resultado
deseado, más productivo es el sistema.
La motivación de la plantilla es un factor con mucho
peso a la hora de lograr un nivel de productividad óptimo. Las condiciones
laborales influyen en ese grado de motivación. Si a las interminables y
agotadoras horas laborales, le añadimos conductas de discriminatorias,
tendremos frustración, por ende tensiones y por ende, desmotivación. Muy
lejos estará el capital humano de alinearse con el proyecto empresarial.
Es verdad que hemos avanzado, que gracias a nosotras mismas, a nuestro
esfuerzo hemos ido rompiendo barreras.
Día a día hemos y seguimos obligadas a demostrar que hombres y mujeres nacemos iguales, con las mismas necesidades
físicas y emocionales. Somos diferentes pero iguales. La desigualdad surge
cuando los hombres tienen mayor acceso a los recursos económicos y sociales.
Las leyes protegen a las mujeres. La empresas que ejerce discriminación laboral por cuestión de género tiene un comportamiento no sólo carente de ética, sino que es antijurídico y se convierte en sospechosa. ¿Qué pueden esperar de ella sus clientes, sus proveedores, la sociedad en general?.
En resumen, la discriminación por cuestión de género no es rentable. Pierden Las empresas pierden talento femenino en su capital humano y perder talento significa perder productividad y por tanto reducción de beneficios y competitividad.
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